El pasado 29 de abril se celebraba el Día Internacional de la Danza, una fecha establecida en 1982 por el Comité Internacional de la Danza del Instituto Internacional del Teatro (IIT) de la UNESCO, que conmemora el nacimiento de Jean-Georges Noverre, nacido en 1727. En Madrid hubo algunas acciones que conmemoraron este momento. Aunque pasaron un tanto desapercibidas para el público general, creo que los amantes de la danza celebraron el Día acudiendo a uno u otro espacio, compartiendo imágenes y mensajes en las redes sociales, felicitándose entre amigos. Pero con pocos espacios físicos, pocos lugares a los que asistir. El más notado fue el MNCARS, que programó los Asaltos de la Danza. Una propuesta de la Asociación de Profesionales de la Danza y la Asociación Cultural por la Danza de Madrid que consiste en breves intervenciones de danza en distintos espacios del Museo. La más sonada fue «Quiebro», una coreografía especial realizada por Víctor Ullate y con música de Enrique Morente, que fue interpretada frente al Guernica de Picasso por el bailarín Josué Ullate. Algo emocionante, la primera vez que el cuatro entraba en diálogo con la danza.
Dos días antes de ese Día de la Danza disfruté de una mañana de domingo escuchando una inspiradora conversación con Tamara Rojo en los Teatros del Canal, invitada a un encuentro con el público con motivo de la visita a Madrid del English National Ballet, del que es directora artística y bailarina principal. Una auténtica estrella de la danza salida de nuestro país y que no ha dejado de brillar en una admirable carrera desde Reino Unido. Escuchamos los comentarios llenos de sabiduría, experiencia, arte y sensibilidad de Tamara Rojo –a los que dedicaré otro post–: «la técnica me la dio España y la cultura me la dio el Reino Unido, y un bailarín necesita las dos cosas»
Una frase que llama la atención sobre el abandono que vive la cultura en nuestro país. Y por otro caso de «fuga de cerebros» absurda en nuestro país, una fuga que también se da –y mucho– en la danza. Y no es de extrañar, porque un Día de la Danza no es un lugar para la danza.
No queremos un Día, queremos un Lugar que permita el desarrollo hacia el futuro de una cultura propia en la que también exista la danza. Así lo ha reivindicado la FECED (Federación Estatal de Compañías y Empresas de Danza) en su campaña #unlugarparalaDanza , lanzada hace poco a través de una acción urbana realizada por la artista Yolanda Domínguez, con participación de otros bailarines, quienes se lanzaron a ocupar espacios urbanos para hacerse notar… con el objetivo visibilizar la necesidad de una espacio para la danza en España. «Numerosos bailarines, entre ellos 4 Premios Nacionales de Danza (Teresa Nieto, Mónica Runde, Chevi Muraday y Manuel Segovia) participaron el miércoles 14 de Mayo en la ciudad de Madrid, bailando en espacios reducidos no destinados a la danza, como la cabina de un sex shop, un fotomatón o un escaparate, moviéndose con dificultad y denunciando la falta de un espacio adecuado para desarrollar su actividad».
La danza, asfixiada por la falta de medios y de posibilidades de desarrollo en nuestro país, ha pasado a la acción reivindicativa. Y ni con esas.
Ayer 24 de abril, mientras todo ciudadano español, como buen español, disfrutaba del «pan y circo» que ha supuesto la final de la Champions League, los bailarines de la Compañía Nacional de Danza estrenaban nuevo programa en el Teatro Real dando una auténtica lección de dignidad, esfuerzo, trabajo y honestidad.
Hace unos días que venía haciendo ruido la polémica generada entre los artistas de la CND y el Ministerio. Peligraba el estreno de la CND por el anuncio de Hacienda de que no se pagarán más horas extras a sus miembros y se le impondrán días libres (días libres imposibles, debido a las naturaleza del trabajo de una compañía de danza y las necesidades de giras y estrenos). José Carlos Martínez, director artístico de la CND, anunciaba el día 20–en la rueda de prensa del nuevo programa– que sus bailarines no podrían bailar si las condiciones no cambiaban. La tensión se mantuvo hasta el día anterior al estreno, cuando se confirmaba la actuación por una decisión salomónica del Ministerio: cambiamos los horarios de la función, y listo. Y que sigan bailando por 900 euros.
Un enfrentamiento entre el mundo de las artes y una Administración insensible a la cultura, que debería haber provocado un auténtico revuelo, pero que lamentablemente se ha quedado eclipsado por el orgullo patrio de un duelo entre dos camisetas de la industria del fútbol.
Se puede leer el carta con las peticiones de los bailarines al INAEM aquí, para salvar el estreno en el Teatro Real de Madrid este fin de semana. La polémica y la situación de fondo la explica muy bien Cristina Marinero en sus dos artículos volcados en El Mundo: aquí anunciaba la polémica, y aquí explicaba la triste salida por la que ayer se salvaba el estreno pero se sacrificaban las condiciones dignas de trabajo y el reconocimiento a una Compañía que sigue luchando por representarnos, por ofrecer su arte y por transformar el desértico panorama cultural.
Y esta es el mensaje que los bailarines de la Compañía Nacional de Danza distribuyeron entre el público en el estreno de ayer en el Teatro Real:
A la vista de todo esto, hoy recupero las palabras tan bellas como necesarias del Mensaje del Día Internacional de la Danza 2014 , encargado al bailarín y coreógrafo francés Mourad Merzouki. Vuelvo al Día de la Danza, con la ilusión de que cada Día del año merezca esta reflexión:
«(…) Gracias a la Danza, sumergido en la belleza y en la complejidad del mundo, me hice ciudadano. (…)
Vivo la danza día a día como un honor. Pero vivo este honor preocupado. Constato la pérdida de puntos de referencia, la imposibilidad para imaginar su futuro por parte de los jóvenes procedentes de barrios humildes que han crecido en la frustración y la tensión. Soy como uno de ellos, todos somos como ellos. Me siento animado, quizás más que otros, a dar ejemplo para ayudarles a repetir la vida.
¿No se enriquece la sociedad con la riqueza de cada uno de nosotros? La Cultura une más que cualquier discurso. Tened valor, asumid riesgos, a pesar de los obstáculos y el odio a los que sin duda os enfrentareis la belleza del mundo siempre estará a vuestro lado, como la danza lo ha estado para mí. Con su fuerza singular que hace desaparecer las distinciones sociales, aquellas ligadas a nuestros orígenes, para dejar únicamente el movimiento de los cuerpos en su más simple humanidad, seres humanos devueltos a su expresión más simple, singular y común.
Finalizo citando las palabras de René Char que me recuerdan cada día que no debemos dejar que nadie nos encierre en un rol ya escrito: ‘Impón tu suerte, aférrate a tu felicidad y ve hacia tu riesgo. Al mirarte, se acostumbrarán’.
¡Intentadlo, equivocaos y comenzad de nuevo, pero sobre todo bailad, no dejéis jamás de bailar!»
Mourad Merzouki