Costa no hay más que uno

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Ya lo dicen desde su organización: “hazte un Costa”. Así, sin más. No te invitan a asistir, a disfrutar, a acercarte a un festival… No. Costa es diferente. Tienes que hacértelo. Del 31 de agosto al 4 de septiembre se celebró su VII edición en el maravilloso paraje del Parque Natural Cabo de Gata, Níjar. Fue mi tercer Costa y sigo pensando que cada vez es diferente, aunque voy buscando lo mismo, algo que sólo puede darse en las condiciones del Costa.

Para empezar, llegar no es fácil y nunca es rápido. Excepto para los que viajan desde puntos cercanos de Andalucía, el trayecto por lo general toma su tiempo y eso es siempre un preparativo, una puesta a disposición de mente y cuerpo, que toman conciencia del retiro al que se dirigen. Un retiro completamente activo; activador también, en tanto que supone un paréntesis para todas las personas que llegan allí: durante unos días, la danza invade un paraje natural, abre un paréntesis en su discurrir habitual. Clases de danza, conversaciones sobre danza, espectáculos de danza… Allí la danza es de partida una rareza, pero durante el Costa aterriza con todo. Esta mezcla hace que nuestra relación con la danza se intensifique a todos los niveles, con menos contaminación y menos factores de distracción que en nuestros contextos habituales. Esta llamada (que no es tanto de la naturaleza, sino de la danza significada e intensificada en la naturaleza, pero danza ante todo) se devuelve siempre en forma de aprendizaje personal: cada persona vive allí un pequeño paréntesis, en el que se le hará inevitable (re)plantearse el lugar que la danza ocupa en su vida y en la vida de los demás.

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Instalaciones en Camping ‘Los Escullos’, ©Pollobarba Fotógrafo
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Espectáculos nocturnos en anfiteatro de Rodalquilar, ©Pollobarba Fotógrafo
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Entrega de los premios del III Certamen’Mujer Contemporánea’, ©Pollobarba Fotógrafo

En una época en la que el consumo cultural está a golpe de un clic (tanto el encendido como el apagado), en la que formación artística es un bono de 10 sesiones en cómodos horarios, en la que el compromiso como artistas y como espectadores se reduce las más de las veces a pasar un buen rato juntos sin mayores implicaciones… Llega el Costa a finales de verano y te invita a actuar (y de paso a repensarte cómo quieres tomarte la temporada que viene: hay mucho más espacio y tiempo en Costa para elaborar los propósitos de año nuevo que en el ajetreo navideño). En las redes siempre se encuentran comentarios que bromean sobre el síndrome post-Costa. Más allá de la pena que puede dar que esto se acabe, o de las dolencias físicas por las horas de clase que nos siguen recordando los límites y las posibilidades del cuerpo… el síndrome post-Costa tiene mucho que ver con ese estado de reflexión proactiva que se trae del Costa. El cuerpo y la mente se han pegado un repaso, se han quedado pensando y se disponen a seguir, un poquito más conscientes y mucho menos dormidos. Ojo, no se trata de una experiencia mística o sanadora, ni un retiro espiritual (nada más lejos, por favor).

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Imágenes del taller ‘La intensidad de un cuerpo’ impartido por Jorge Jáuregui, @Pollobarba Fotógrafo

Hacerte un Costa requiere un esfuerzo y un compromiso (entendiendo estas palabras como decisiones felices, totalmente opuestas a cualquier idea de resignación disciplinaria). Pero esto no se pone sólo de un lado. El gran acierto de la dirección y organización del Costa es, creo, el de haber comprendido lo difícil que es –hoy por hoy– agarrar la materia, las condiciones, el espacio y el tiempo necesarios para que una persona pueda desarrollar un esfuerzo y un compromiso personales para con la danza. Su tarea titánica desde la programación y gestión del festival es la de facilitar todo esto, sin caer en medias tintas ni en lugares comunes. Es incalculable el esfuerzo y el compromiso que habrá de disponer el equipo del Costa… para conseguir que el esfuerzo y el compromiso personales de todos los asistentes tengan las condiciones que necesitan –y que tanto escasean en el panorama cultural general– para llegar a buen puerto y llevarse mucho de vuelta. El equipo sabe en sus propias carnes que no es fácil hacerte un Costa. Pero sabe que es valioso. Y que escasea la oportunidad. Por eso, dedica el mayor cuidado posible a hacérselo fácil a los demás. Desde los coches compartidos para llegar a destino, pasando por las tres comidas del día, o los traslados de un escenario a otro… todos los asuntos de la vida cotidiana están resueltos. Ya se sabe: el trabajo de producción mejor hecho es aquel que no se nota. Eliminadas estas preocupaciones prosaicas, toda la atención se puede disponer sobre la programación artística del festival –las clases y los espectáculos– y sobre la forma y el poso especiales que adquiere en los parajes de Cabo de Gata.

Costa no es el sucedáneo de la experiencia que nos ofrecen cada dos por tres. Si quieres hacerlo, tienes que mojarte. Las personas que se acercan al Costa quieren mojarse. Las personas que lo organizan ya se han empapado, van de avanzadilla. Y esa energía compartida, la de muchas personas que han decidido mojarse, es lo que hace que algo allí se mueva. Y aunque compartimos el Costa, Costa no hay más que uno: el Costa que te haces, que es de muchos pero sólo tuyo, porque el movimiento de todos desplaza a cada cual a unos lugares propios.

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Nerea Aguilar, directora del Costa, ©Pollobarba Fotógrafo

Han pasado ya casi tres meses desde la última edición del Costa. La programación fue más intensa que nunca y los espectáculos se llenaron de público, con 15 compañías programadas y más de 30 artistas. El Certamen Mujer Contemporánea celebró su III edición como una iniciativa de apoyo a las creadoras, fundamental en el panorama actual de la danza contemporánea. Las clases recibieron nuevos alumnos y alumnas y también a un grupo de ‘veteranos y veteranas’ del Costa. En fin, se ha publicado mucho sobre la marcha de la edición, los espectáculos, los profesores… los artículos y las crónicas llegaron a lo largo de las semanas siguientes del cierre (por ejemplo,  aquí el de Mercedes L. Caballero y aquí el publicado por Ámina Pallarés). Pollobarba Fotógrafo publicó un inmenso álbum oficial de imágenes, que pueden contar mucho más de lo que yo pueda transmitir a nivel de experiencia personal. Por eso, he querido dedicar el post de este año a una reflexión algo más distanciada en el tiempo, más centrada en el valor general del proyecto “Costa Contemporánea” que en su edición 2016… o en la experiencia personal de haberme hecho un nuevo Costa. Es precisamente la posibilidad de “hacerte un Costa” lo que hay que cuidar, lo que urge atender ahora, no tanto el resultado o la ejecución de esa posibilidad (aquí el equipo ha demostrado de largo su capacidad y sus ganas de llevarla a buen puerto cada año). Y para cuidar esa posibilidad tenemos que mirar al origen y detectar los problemas que hacen que un festival como este tenga las cosas tan complicadas. Me ha animado también esta crónica –muy completa, honesta y alejada de victimismos–, que publicó a finales de octubre su directora, Nerea Aguilar, en este artículo cuya lectura recomiendo a toda persona que le interese la danza en general y el estado de la cultura y de los trabajadores culturales en particular. Necesitamos entender el valor de proyectos como este y ser conscientes de la fragilidad que atraviesan. Cuidémoslos, porque son nuestra balsa. Que no se ahogue el Costa. Luego no podremos decir que no hay más que uno.

*Gracias a todo el equipo de Costa 2016 y a los profesores (Lali Ayguadé & Julián Sicard, Jorge Jáuregui, Roberto Oliván y Iron Skulls) por la experiencia de este verano. Y gracias a Pollobarba Fotógrafo por la cesión de las imágenes para su difusión en este artículo y por sacar esos preciosos retratos de mi Costa…
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‘Aryo’, de Anna Borrás @Pollobarba Fotógrafo
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‘De camino al otro’, Lali Ayguadé y Julián Sicard ©Pollobarba Fotógrafo
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©Pollobarba Fotógrafo

 

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